por William H. Mex
«-Yáabilkunt a k’aaba, wa leti’e’ ku tal ich u chun u máasewal k’aaba’, baylili’e’ ti’al ma’ mans a kuxtal chéen ich u loxil yéetel u chikul a wich. Junp’éel wíinik ku tal ich u chuunil máasewale’, wa ma’ ku k’ajóolt u pixan wo’ojil ti’ u chunil u k’aaba’, jóojoch u wíinklil. Wa ma’ k’aasik tuláakale ba’aj kin wa’ik tech, maake táan in wa’ik bix anik u pixane’, je’ u suutkuba’ bey junp’éel nojoch káat tu chúupule’ yéetel je’ ba’axake’, je’elo’ tuune’, la’e’ ba’aj jóojochil je’ u páajtal u chúupu’ yéetel u ta’ mis ti’ junp’éel túukul, ma’ u ti’ali’, bey xan je’ bin u p’eentakaj tumene’ tuukula’ – »[1]
➜Esta es la segunda parte del ensayo sobre los nombres y apellidos mayas publicada en este blog, el enlace para la primera parte la puedes encontrar al final del texto. Revisado: febrero de 2023
Los nombres y apellidos mayas del período Colonial a la actualidad
El período Colonial (1697-1821) estuvo marcado en un principio por un programa misionero que contemplaba la conversión de los nativos al cristianismo mediante bautizos masivos, también se buscaba desarraigar sus creencias, conformar pueblos con cabildo e iglesia y disminuir la cantidad de nativos fugitivos y gentiles [2]. En esa época hicieron presencia ciertos intentos de integración de poblaciones que no tomaban en cuenta el grado de cohesión social y que a la larga dieron lugar a nuevas fragmentaciones. Sin embargo, y de manera general, la lengua castellana tuvo poco impacto sobre la lengua maya, y se puede hablar tanto de hispanización como de mayanización, ya que en varios casos el maya era la primera lengua entre los nacidos en cualquier casta. Sobre todo, fueron las elites mayas quienes adoptaron aspectos culturales españoles por conveniencia [3].
En los documentos de la época, se hizo común el uso de palabras como yuum (señor, amo) que era un título con el que se designaba a los batabes y maestros cantores, e igualmente se hizo común que varios personajes mayas se vincularan histórica y convenientemente con ciudades como Mayapán, por cuestiones de prestigio. Así mismo, en estos documentos, los designados como indios siempre llevaban apellido maya, con excepción de los indios hidalgos [4]. Lo más común fue que los apelativos mayas fuesen cambiados por los apellidos de misioneros, encomenderos, o dueños de esclavos y, en los seminarios, quienes fundaban las becas eran quienes les daban el apellido a sus tutelados [5].
Debido a la influencia de las instituciones castellanas, no hay evidencia del uso del nombre de madre en los registros coloniales, si bien es posible que hasta cercano el siglo diecinueve la práctica de llevar un nombre materno (en este caso, después del paterno y como segundo apellido) se haya vuelto común de nuevo. En la mayoría de los casos hubo una tendencia a retener los patronímicos, como un reflejo de la identidad en común que compartían los grupos mayas, con una escasa adopción de apellidos castellanos. De la misma manera, se preferían nombres que tuvieran contrapartes femeninas (por ejemplo, Bernardino- Bernardina) y algunos nombres se mayanizaban, por ejemplo: XPab, Antoyo (Antonio), Bicto (Victor), Calos (Carlos), Pelip (Felipe) [6]. En documentos oficiales referentes a propiedades o tierras, algunos mayas usaban con facilidad sus nombres precristianos (es decir, con su nombre de madre primero) olvidándose del nombre castellano. En el caso de la península de Yucatán, también es probable que el uso de apodos haya sobrevivido – aunque de diferente manera – hasta la época actual [7].
Durante el mismo período, entre los pueblos de la montaña de la península de Yucatán se observa mayor diversificación de apelativos (patronímicos, aunque también los que podrían ser matronímicos), lo que da un menor número de individuos por linaje, destacando por cantidad los Chan, May, Euan, Mo, Canul y Canché [8]. El uso de apellidos también sirve como medio de legitimación y para resaltar la importancia de un linaje (que implica parentesco y vínculo político). Por ejemplo, en un documento del siglo diecisiete, Don Juan Chan afirma que su esposa María Tzeh, descendía de Fernando Tzeh, quien era descendiente del linaje de Kauac Op Tzeh, de la ciudad de Mayapán [9]. Hay ejemplos en dónde los mayas rebeldes (bautizados) usaban su nombre al estilo prehispánico (con su nombre de madre primero) cuando respondían a las cartas de los eclesiásticos reductores, lo que indicaría un intento de marcar su frontera étnica [10].
Otro rasgo para resaltar es que ciertos nombres o apellidos se asociaban con determinadas áreas de la península: Canul al norponiente, Cupul al suroriente y los Pech en la provincia de Cehpech. Hoy en día ciertos apellidos aparecen por regiones o comunidades: Pat y Cimé en Chan Kom; Ay y Tuz en Ek Balam; Dzul Baas, Cahum y Pomol en Hunukú [11]. La inclusión de un nombre castellano en el apelativo indígena (borrando el nombre de la madre), la transformación del “nombre de padre” en lo que hoy en día llamamos apellido[12], y el cambio total de apellido maya por un apellido castellano han sido acciones llevadas a cabo desde principios de la época Colonial, pero que han sido más notorias en los últimos doscientos años.
En la época actual (principios del siglo veinte y años treinta) otro cambio ha ocurrido con el apellido maya: la castellanización del apellido o bien, la traducción de este al español. Casos conocidos son los de los apellidos Che (traducido Madera), Ek (como Estrella), Chel (Rubio), Dzul (Caballero, aunque originalmente ‘extranjero, foráneo’), Uh (Luna) y Caamal, Matu y Tamay castellanizados como Cámara, Matos y Tamayo. Otros apellidos se modifican adaptándolos a la morfología del idioma castellano[13]. Si bien se ha convertido en una práctica poco común, el apellido indígena ha pasado a ser sinónimo de estigma étnico [14]. La traducción parece buscar “transferir las connotaciones positivas de un apellido castellano”, algo que también se intenta mediante los matrimonios estratégicos con personas de apellido no maya, lo que en ocasiones se suele llamar “blanqueamiento” y lleva a la vez a un desprecio por la piel de color oscuro y a una visión entre ciertas partes de la sociedad yucateca de que la pobreza y el apellido maya tienen que estar inevitablemente vinculados [15]. También es común escuchar decir en diversas partes del área maya en general, que un apellido maya “suena feo” y escuchar el uso despectivo de palabras como “macehual” o “indio” para las personas que tienen apellidos mayas [16]. Esto ha influido, principalmente en épocas recientes, a que la estigmatización del apellido de origen maya continúe.
Hacia una metodología para el estudio del significado del nombre maya, desde la época prehispánica hasta la época actual
Con base en lo ya expuesto, queda claro que tanto la manera de nombrarse como los significados de los nombres y apellidos mayas, han sufrido cambios en diferentes épocas y lugares. En un estudio previo, se ha propuesto que un título prehispánico como Bahkab (Bacab), pudo pasar a formar parte del nombre de deidades para después pasar a usarse como apellido, pero sin conservar el significado, ni siquiera en fuentes coloniales [17]. Otras palabras usadas como apellido, por ejemplo, Balam (báalam ‘jaguar’), han conservado su significado, si bien parte el simbolismo prehispánico relacionado con la palabra se perdió desde hace tiempo, y otras como Chan, son de origen más complicado, pudiendo significar tanto ‘serpiente’, como ‘cielo’.
Los pasos aquí expuestos tienen como objetivo enfocar y organizar la investigación del nombre personal maya de forma precisa, completa y sistematizada con miras a profundizar en su significado y simbolismo. Esta metodología también se puede aplicar para investigar nombres de animales, seres sobrenaturales y de lugares. Está basada parcialmente en los seis puntos que Brito (1981) propone para el estudio de los toponímicos mayas, si bien aquí se parte del estudio de la escritura jeroglífica maya, tomando en cuenta un contexto más amplio.
1.- Para la identificación de un nombre prehispánico, se debe localizar primeramente la frase nominal, que identifica a seres humanos o sobrehumanos, y puede incluir nombres personales, títulos, oficios y nombres de lugar [18]. Esto se hace por medio del método estructural, buscando patrones de la lengua maya en las inscripciones (es decir, la sintaxis), y aislando fechas, verbos, objetos, sujetos y nombres de lugar, aunque no sea posible dar una lectura fonética en un principio [19]. Este trabajo se complementa con el método fonético, que proporciona lecturas más precisas [20].
2.- En el período Clásico, con excepción de los nombres de dioses, algunos wahy y algunos nombres de lugar, los nombres personales no se pueden constituir por una sola palabra, e incluyen como mínimo un adjetivo y un sustantivo [21]. Se incluyen principalmente nombres de animales, de dioses, y en menor medida, de objetos; igualmente hay una diferenciación en la conformación de nombres, según sea la región oeste o este del área maya [22]. Por lo tanto, se debe esperar encontrar diferencias entre los nombres y apellidos en la época colonial y en la época actual, dependiendo de cada región, dentro de la zona maya.
3.- La interpretación de cada palabra perteneciente a la frase nominal debe ser sencilla y lógica, tomando en cuenta el contexto de la época en que se sitúe el estudio. Por ejemplo, si se sabe que en las lenguas mayas el adjetivo se ubica antes que el sustantivo y que el orden de una oración es de forma común VOS (verbo-objeto-sujeto), entonces, este será el orden más común encontrado en las inscripciones clásicas y en los documentos coloniales [23]. También se debe tomar en cuenta que partes de la frase nominal pueden cambiar su lugar en la oración, o incluso no usarse, debiendo estos cambios en el orden considerarse como posibles marcadores de filiación lingüística [24].
4.- Las lenguas mayas se puede clasificar en clásicas, posclásicas, coloniales y modernas, y en cada período hay palabras o términos que pudieron o no sobrevivir en épocas posteriores. Hay que considerar tanto la variación lingüística como la variación dialectal, ya detectada desde el período Clásico [25]. Aún dentro de un área conservadora como la maya peninsular, si se quiere saber el significado de un nombre, es necesario tomar en cuenta otras lenguas mayas, como bien advertía Alfredo Barrera Vázquez hace más de 50 años: “ha sido un error tomar el maya de Yucatán como el único que nos pudiera dar el significado de todos los nombres relacionados con la religión y otros aspectos de la cultura maya peninsular” [26].
5.- Se debe considerar la posibilidad de encontrar palabras de otras lenguas mesoamericanas en las inscripciones prehispánicas y en los textos coloniales. Ya desde hace tiempo ha sido posible identificar influencias – principalmente de la lengua mixe-zoque, del nahua y posiblemente del zapoteco y del totonaco -, tanto en las inscripciones, como en las lenguas mayas actuales [27]. En la época colonial, hay buenos ejemplos de influencia nahuatl en los libros Chilam Balam [28]. En dado caso, la transparencia morfológica, la reconstructibilidad y las anomalías fonológicas y gramaticales deben tomarse en cuenta para saber cuál es el idioma que dio origen a una palabra [29]. No debe sorprendernos si llegaran a aparecer palabras cuya etimología es imposible de analizar, o cuyo significado se ha perdido para siempre.
6.- Hay evidencia de que ciertos nombres de personas, de dioses o de lugares han sobrevivido desde la época prehispánica hasta la actualidad, si bien esto no quiere decir que su significado o simbolismo también se haya mantenido. Tanto los nombres de Jun Witzil Chahk, que aparece en un dintel de Yaxchilán, de K’ahk’ u Pakal y de Jun Pik Tok’ personajes de Chichén Itzá, son mencionados en fuentes etnohistóricas o etnográficas posteriores [30]. Los nombres de algunos dioses recopilados en las etnografías actuales tienen claramente un equivalente Clásico [31]. Nombres de lugar como los de Ek Balam, Calcehtok y Acanceh también aparecen en inscripciones del norte de Yucatán, si bien su significado ha variado o se ha perdido parcialmente [32]. Dado que varios nombres de persona o lugar tienen raíces mitológicas, en ocasiones será necesario profundizar en la mitología de los pueblos mayas y mesoamericanos, tanto prehispánicos como actuales [33].
7.- Se deben tomar en cuenta las distintas formas de organización de la sociedad maya durante diferentes épocas, ya sea como ciudades estado o “superestados”, o como cacicazgos, chibales o cuchcabales e indagar en como estas formas afectaron la elección o imposición de un nombre hacia el individuo o hacia el grupo de personas [34]. También hay que analizar el prestigio que tuvo o se le atribuyó a un nombre y el efecto de este en las redacciones históricas. Algunos casos de aislamiento o de contacto entre grupos mayas y no mayas provocaban cambios en la forma de nombrarse, pudiendo identificarse áreas más conservadoras, o bien movimientos de revitalización [35]. Para el período actual, es de fundamental importancia analizar prácticas que afectan la imposición de nombres y apellidos, como los bautizos y bodas [36].
8.- Como complemento del punto anterior, es necesario cuestionar y revisar los trabajos más antiguos acerca del tema, a la luz de las nuevas investigaciones arqueológicas, históricas o antropológicas. Es probable que, al trabajar con una cantidad mayor de información, la interpretación y el conocimiento generado tendrá una base más sólida y fidedigna. La información histórica referente a la presencia de grupos étnicos en un área determinada, o bien la existencia de linajes y clanes debe ser contrastada en lo posible con los datos arqueológicos [37]. El hecho de encontrar datos alterados, falsos o fantásticos en los registros, no indica que no se pueda confiar en los escritos de los nativos, más bien nos dice mucho acerca de sus intenciones y de su contexto histórico [38].
Observaciones finales
El acercamiento al estudio del significado o simbolismo del nombre, cuando este pertenece a la persona, a un lugar o a alguna entidad sobrenatural, se puede ver como un intento de reforzar la identidad de una persona o grupo humano o bien como un movimiento de revitalización con vistas a lograr otros objetivos. El conocimiento generado por estudios como este se puede usar para restarle valor a las prácticas discriminatorias y racistas de ciertas sociedades, como la yucateca. No cabe duda de que este tipo de prácticas son producto de la ignorancia, por ejemplo, de toda la historia y gama de significados que puede rodear una apalabra (en este caso, un nombre o un apellido).
En otras partes del país se han llevado a cabo estudios que de una u otra forma buscan reinterpretar los nombres prehispánicos. Por ejemplo, Tena (2012) ha propuesto traducir los nombres nahuas de Cuitlahua como ‘Dueño de excremento’ (en vez de ‘excremento divino’ o ‘dueño de oro/ plata’) y de Tetlepanquetza como ‘Él pone a la gente sobre el fuego’, (sin relación con la palabra quetzal), analizando datos históricos acerca de la sociedad mexica. En todos los casos es necesario tomar en cuenta un contexto más amplio.
La gran cantidad de trabajos que se han estado produciendo en el ámbito epigráfico no tienen – en su mayoría – el objetivo de vincular el pasado prehispánico con las cuestiones étnicas o identitarias actuales, mucho menos tienen como finalidad el que sean leídos por los mayahablantes de hoy en día. Sin embargo, ha existido interés por parte de las personas del ámbito académico de compartir, aceptar o al menos considerar la información tratada en estos textos y de evaluar sus metodologías. Propuestas como esta pueden contribuir a ampliar los horizontes de trabajo y estudio, con el propósito de fortalecer a largo plazo la cultura y lengua maya.
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Última modificación: diciembre de 2022. La primera parte del ensayo la puedes leer aquí: https://wp.me/pbXGfE-yC
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NOTAS
[1] «Ama tu nombre, sobre todo si éste es de origen indio, para que no vivas en constante lucha con tu identidad. Un hombre de origen indígena, si desconoce el alfabeto espiritual de los orígenes de su nombre, es un hombre vacío y está expuesto a que se convierta en recipiente disponible al que se le puede llenar de cualquier cosa; luego entonces, esa oquedad puede que sea llenada con los desperdicios de un pensamiento, que no de él, y que acabará sometiéndolo». (Jorge Miguel Cocom Pech 2014:24 y 25)
[2] (Bracamonte 2001:60 y 61)
[3] (Farris 2012:138 y 154)
[4] (Farris 2012:306, nota 9 y 316)
[5] (Ruiz 1982)
[6] En algunos nombres se refleja el cambio u omisión de letras como la d, f, g, r que no existen en maya peninsular. En otros casos, se omiten las sílabas en los nombres que tienen dos vocales juntas.
[7] (Restall 1997:41-50)
[8] (Bracamonte 2001:137 y 367)
[9] Nótese la semejanza con la palabra Cauac (Kawak), que es el nombre de un día del calendario maya.
[10] (Bracamonte 2001:159 y 306). Este tipo de acciones son parecidas a lo expuesto en el párrafo anterior, en el trabajo de Restall.
[11] (Quintal 2005:197)
[12] Con lo ya expuesto, queda claro que el concepto de nombre y apellido tal y como lo conocemos actualmente era inexistente en la época prehispánica.
[13] Acciones descritas como prácticas de “tránsito étnico”, de “ocultamiento étnico” o de “ocultamiento de ascendencia maya”.
[14] (Quintal 2001:158; Quintal 2005:298)
[15] (Iturriaga 2011:28, 87 y 207)
[16] (Gabbert 2001:270). Ver Iturriaga 2011, para un análisis del racismo y los apellidos de origen maya en el Yucatán actual y Guzmán 2013, para un estudio sobre lengua, identidad y apellidos.
[17] (Mex 2016)
[18] (ver Lacadena 2000)
[19] (ver Proskouriakoff 1960)
[20] (ver Knorozov 1956)
[21] (ver Grube 2002)
[22] (ver Colas 2004)
[23] (ver Bricker 1986, England 1996)
[24] (ver Lacadena 1998)
[25] (ver Lacadena y Wichmann 2002, Rodríguez 2011)
[26] (citado en Brito 1981:35)
[27] (ver Boot 2009, Pallán y Meléndez 2005)
[28] (ver, Barrea y Rendón 1948)
[29] (ver Justeson et.al.1985)
[30] (Grube y Krochok 2007) (Stuart 1987)
[31] (ver García 2008)
[32] (Graña-Behrens 2006). Por ejemplo, es común que se refiera a Ek Balam (Ek’ Bahlam con ortografía del maya jeroglífico) como “Jaguar negro”, cuando según el registro epigráfico debe ser “Jaguar Estrella”, aunque en la etnografía también está atestiguado como “Lucero Jaguar”. De igual manera con Acanceh (Ahkan Kehj en ortografía del maya jeroglífico), traducido tradicionalmente como “Gemido de venado”, es más factible una traducción como “Venado Ahkan”.
[33] (ver García et.al. 2005, Tokovinine 2014)
[34] (Ver Martin y Grube 2008; ver Farriss 2012, Restall 1997)
[35] (ver Bracamonte 2001)
[36] (ver Kurjack et.al. 2001)
[37] (ver Cobos 2013)
[38] (ver Lacadena y Ciudad 2009)
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